viernes, marzo 31, 2017

Sobre compartir nuestras vidas y decidir juntos el futuro de la comunidad

¿Es posible cuestionar la escuela que nos toca vivir, tal y como hacían los maestros del 78, los que hicieron la carrera de pedagogía conmigo en los años ochenta? ¿Los que reinventaron los libros, los que fabricaban materiales con ciclostil y luego con fotocopiadoras? ¿Los que dieron un papel protagonista a los padres en las fiestas del cole? ¿Los que re-descubrieron la fabricación de queso, el huerto escolar, el cuidado de plantas, la adopción de mascotas? ¿Los que hacían un proyecto de nuevo columpio con sus alumnos de 5 años y lo iban grabando en vídeo en 1991? ¿Los que hablaban de la sexualidad y de la muerte, el amor y nuestras obligaciones?
¿Es posible recuperar el sentido político y humano de aquellos proyectos en la escuela que nos toca vivir?
¿Es posible hacer nuevamente una escuela diferente a la vivida, sin caer en el eclecticismo de los sticks de estrellitas, sin componendas, haciendo un planteamiento radicalmente distinto para seguir siendo un poco más humanos?

Carme Orte y Marga Vives (*) proponen hacerlo a través de los proyectos intergeneracionales.


¿Qué reporta trabajar con personas mayores? ¿Qué de cosas he aprendido leyendo este libro y dialogando con mi experiencia del proyecto sobre la memoria de la escuela y los siguientes?

En primer lugar hay que decir que son (01) proyectos bidireccionales (recomendable refrescar lo que sabemos de bidireccionalidad releyendo el esquema de comunicación de Shannon). Son proyectos donde se refuerzan bastante las habilidades comunicativas. Del discurso se pasa a la conversación. En la escuela, a fuerza de decirle a los demás lo que tienen que hacer, se nos olvida escuchar lo que ellos querrían hacer.

Las autoras se refieren en algún momento a "Ver la realidad que se vive". Nada menos. En la escuela vivimos secuestrados de la realidad. Las escuelas no tienen ni idea de lo que pasa en la sociedad. La escuela no toca calle. O si la toca, no le interesa.

Otro tema previo (02), es el del extrañamiento. Es muy interesante comprobar, en los proyectos que relata el libro, que sólo la distancia, la interrelación entre generaciones no continuas, consigue transformaciones. La inmediatez de padres e hijos está mediada por otros referentes, lo cotidiano del hogar (en España no es habitual que haya abuelos permanentemente en el hogar, por eso hay un extrañamiento), así que el reposicionamiento que exige lo intergeneracional no se produce si involucramos a los padres en el trabajo de los hijos. Conseguiremos otras cosas, que no vamos a comentar aquí.

De la comunicación bidireccional y el extrañamiento surge:

(1) Tolerancia. Comprensión. Reconocimiento, Expectativa social. Empoderamiento. A nuestros mayores los identifica, les saca del aislamiento, les devuelve cierta reconocimiento, les autoriza, les hace verse más útiles... Ayudar a concentrarse. Alarga su vida. A fuerza de negar y hacer sentir caducos, se nos olvida el capital que desperdiciamos perdiendo cualquier experiencia. Les hace recuperar un sentido de utilidad.

En esta categoría caben también los temas de afecto, aprecio, autoestima.  Un poco de reconocimiento nos saca de la depresión. Un poco más de autoestima es fundamental, para todos. Quizá si damos estima recibimos más estima. Tanto roce trae bienestar, vitalidad, mejor humor. Que nunca sobran.

(2) Valores sociales.Sentido cívico, Ciudadanía. Otra idea de ciudad y convivencia. Reconocer a nuestros vecinos es el principio para hablar de la convivencia, de los rasgos que nos unen. Estos proyectos alargan la vida de la comunidad.

Reconocer a nuestros mayores es algo casi antiguo,. Como no se produce en la sociedad contermporánea, nuestros compañeros que trabajan los temas de familia con sus estudiantes se escandalizan.

A la gente este tipo de proyectos les dice: me importas, no eres malo ni imperfecto, eres persona, quiero conocerte, quiero que dialoguemos. En un mundo "fast food", donde todo es inmediato, es algo muy moderno esto de dar tiempo a los demás.

En esta categoría creo que entra también el tema de la diversidad, con propósitos superiores como la inclusión, la lucha contra los estereotipos y la segregación. Los mayores son un colectivo susceptible de verse segregado La escuela se encuentra con culturas diferentes a una cultura que transmite que es necesariamente esquemática por la falta de tiempo. La escuela levanta aquí también el respeto a una diferencia bien a la mano, la intergeneracional, y otra que parece sabida pero que ha sido negada, la de las mujeres amas de casa mayores.

(3) Ampliar roles. De repente, rotos los estereotipos, nos encontramos con colectivos enormemente valiosos.Que, por ejemplo, se convierten en mentores de nuestros estudiantes menos motivados, más conflictivos.

(4) Reforzar vínculos. A la comunidad la escuela le dice: me importas, me interesa lo que haces, tus vivencias, tu historia, tus desafíos, tus duelos, tus esperanzas, tus habilidades, tus saberes... Algunos de los colegas que escriben en este libro dicen que estos proyectos difunden los valores de la escuela. Pero, ojalá, que sean los valores de los que vengo hablando, que no nos den superioridad, que se respete lo primero, la bidireccionalidad.

(5) Compartir conocimiento. A la escuela cada proyecto le trae nuevas fuentes de conocimiento, soporte personal y emocional. No es una reivindicación romántica de un paso reinventado. Unas veces es la búsqueda de la funcionalidad del conocimiento popular, el por qué del ajuste con el entorno, la estación del año, las características físicas de la comarca... Otras veces es la promoción cultural de contenidos apartados, olvidados, que formaban parte de la comunidad pero que la uniformización borró. A fuerza de estereotipar el conocimiento, nos olvidamos del conocimiento auténtico de una vida, de puntos de vista. En una escuela acostumbrada a las certezas, esta coralidad (multiplicidad de voces y verdades) habla de otra epistemología (del saber impartido al saber compartido y construido colectivamente). Con nuestros estudiantes podemos trabajar, también, habilidades sociales, habilidades lecto-escritoras, competencia digital...Porque el afecto, las experiencias, la investigación compartida en el entorno van a generar productos que debemos compartir o devolver a la propia comunidad, a otras escuelas embarcadas en nuestra aventura...

Todos estos rasgos, que he numerado, pueden aparecer en diferente orden, con distinto grado. No son pasos, son analizadores de cosas que pueden pasar en las sucesivas espirales de los proyectos.

Para terminar quiero recordar que estos proyectos no son espontáneos, se basan en la necesidad de mejora de la comunidad o nuestras relaciones, son planificados y es nuestro deber documentarlos. Para que otros los entendamos. Como hicieron, al hablar  de la mentora emigrante jubilada, los colegas que pusieron en marcha “Baracaldo ayer” con inmigrantes.


(*) Orte Socias, C. y Vives, M. (2016). Compartir la infancia. Proyectos intergeneracionales en las escuelas. Barcelona: Octaedro.

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